Publicado en Diario Perfil 11/5/2013
¿Deberían las fuerzas sociales y políticas de la Argentina unirse para resistir y derrotar una agresión externa mas allá de los enfrentamientos que pudieran existir entre ellas?. La respuesta es simplemente sí.
¿Deberían las fuerzas sociales y políticas democráticas de la Argentina unirse para derrotar a quienes pretendan abolir el régimen constitucional?. La respuesta es indudablemente sí.
¿Deberían las fuerzas sociales y políticas democráticas de la Argentina unirse para evitar que un gobierno intente modificar el orden constitucional con el objetivo central de mantenerse en el poder indefinidamente y convertir al Congreso y a la Justicia en meros apéndices?. La respuesta es categóricamente sí.
En consecuencia a nadie debe escandalizar que fuerzas de pensamiento diverso pero comprometidas con el actual orden constitucional acuerden reunir el poder suficiente para dar por tierra con esta última pretensión. Y para ello, es necesario que hagan público un acuerdo por el cual, en primer lugar encaren las próximas elecciones legislativas haciendo del “No a la Reelección” el principal leiv motiv de la campaña. En segundo lugar, batallen judicialmente para que se declare la inconstitucionalidad de las leyes mas cuestionadas que integran la denominada reforma judicial. Por último y en el improbable caso que la demanda de inconstitucionalidad no prospere, se comprometan a derogar dichas leyes cuando el kirchnerismo deje de gobernar.
Estas medidas deberían servir para propinar un duro golpe a las pretensiones de un gobierno autoritario cada vez mas jaqueado por sus propios desmanejos.
Ahora bien, todo esto que es necesario para evitar la degradación de nuestra democracia republicana no es suficiente para un proyecto de país que detenga la secular decadencia de nuestra sociedad matizada de tanto en tanto con algún que otro espejismo de haber alcanzado el mundo del desarrollo.
Para ello se requieren fuerzas políticas que se alejen sustancialmente de las fórmulas del pasado: populismos autoritarios, cortoplacistas y clientelares; gobiernos conservadores en manos militares ocupados solamente de disciplinar mediante el terror o en manos de civiles mas interesados en la depredación que en el crecimiento económico del país; gobiernos liberales-democráticos débiles para enfrentar embates corporativos.
La Argentina precisa romper el círculo vicioso de estos tipos de gobierno que viene experimentando desde mediados del siglo pasado para generar un proyecto de crecimiento económico que nos inserte en el mundo con lo mejor de nuestras capacidades productivas, que brinde un proceso redistributivo a partir de una remodelación del voluminoso gasto público con el objetivo de incrementar el bienestar de las mayorías, que dé esperanzas de que una vida mejor es posible a la vapuleada juventud argentina, que reconstruya la capacidad estatal de cuidar la vida, las pertenencias de las personas y la calidad de los servicios públicos, que respete a rajatabla el mandato constitucional de división de poderes, la garantía de derechos y el castigo a la corrupción.
Algunos llamamos democracia social a esta fuerza superadora. Para ella, las bases existen en nuestra sociedad pero el trabajo para forjarla y llevarla a conducir el Estado es sumamente arduo ya que deben coaligarse elementos que se hayan dispersos en muchas fuerzas políticas y sociales del país y para lograrlo es necesario una dosis significativa de grandeza.
En consecuencia, hacer probar al kirchnerismo el sabor amargo de la derrota es necesario pero no suficiente. No se trata de sucederlo con un gobierno mas “decente” solamente. Tiene que ser un gobierno muy diferente de aquellos que los argentinos han conocido en el pasado y sin duda deberá ser un gobierno de coalición. La coyuntura internacional nos favorece. Es momento para empezar a soñar con una nueva etapa que pueda llevar a la Argentina no al delirio de “potencia” pero si a una sociedad respetada en el concierto de las naciones donde existe todo para que sus habitantes accedan a un alto bienestar.
Aldo, muy buen artículo. El compromiso debe incluir sustanciales mejoras en la calidad educativa, consiguiendo un producto de mucha mejor calidad.La pobreza educativa crea rehenes electorales. La mejora en la calidad de la educación nos dará ciudadanos cuyo voto será producto de la reflexión.
un abrazo.