Publicado de Diario Clarin 22/04/2013

El kirchnerismo ha bautizado su gestión con el slogan “modelo de crecimiento con inclusión social” o simplemente “el modelo”. Intentaré desmenuzar algunos aspectos relevantes del mismo.

En lo económico implica utilizar las divisas provenientes de los excedentes exportables de un dinámico y moderno sector agrario, en una coyuntura de precios internacionales muy favorable, para posibilitar que una industria altamente dependiente de insumos importados pueda abastecer al mercado interno y mantener una tasa de empleo aceptable. Además fogonea el consumo, recurriendo cada vez mas a emisión monetaria y endeudamiento interno generando tensiones inflacionarias. La re-estatización de algunas de las empresas privatizadas en los noventa no parecen dar muestra alguna de mejor desempeño de las mismas.

En lo social y a pesar de una década de muy alto crecimiento,  continúan elevados niveles de precariedad laboral y en especial el alto desempleo afecta a los sectores juveniles. La pobreza ha caído significativamente, claro, medida con los indicadores del INDEC en los que casi nadie cree y mediciones alternativas la ubican muy por arriba de las cifras oficiales. Educación y salud están caracterizadas por la fragmentación y el clasismo. Los de mayores ingresos acceden a servicios privados, los trabajadores formales utilizan obras sociales que se basan en prestadores de salud privados y se inclinan cada vez mas por escuelas privadas. Los sectores informales y pobres en general tienen una deteriorada salud y educación públicas. Por último en el tema previsional se extendió significativamente la cobertura mediante una moratoria cuyo efecto irá disminuyendo y con el tiempo volverá a crecer el porcentaje de mayores sin beneficios previsionales. La privatización de las AFJP generó un fondo del cual se nutren necesidades varias del gobierno y que con alta probabilidad terminará siendo devaluado por el uso discrecional y la alta inflación como ya pasó a mediados del siglo XX.

En lo político, un gobierno sin raíces sólidas en el sistema productivo, sabe que su sobrevivencia depende de continuar en el control del Estado. Por ello la presión de tener que ganar todas las elecciones posibles se convierte en obsesión y no se repara en medios para evitar ser desplazados del poder o gobernar con necesidad de negociación y acuerdos. El Congreso debe disciplinarse a todas las decisiones del Ejecutivo y la Justicia no puede fallar en contra de la voluntad del Ejecutivo. Los rasgos autoritarios surgen de este terror a ser expulsados al desierto. El Estado kirchnerista es un Estado que recauda y gasta mucho pero inexistente para garantizar calidad de los servicios que brinda él mismo o el sector privado.

No existe en el “modelo” una estrategia de inserción económica internacional que permita desarrollar aquellos sectores que pueden poseer ventajas comparativas y de esta forma asegurar la generación de divisas  en forma estable hacia el futuro independizándola de actividades mono-exportadoras que hacen estallar la economía cuando la coyuntura se torna desfavorable para ellas.  No existe tampoco un proyecto de sociedad mas igualitaria que pueda quitar combustible a un universo delictual en crecimiento.

En verdad las diversas formas de populismos dentro de las cuales el kirchnerismo es una mas, son absolutamente dependientes de tener a mano alguna caja generosa sin la que son simplemente inviables. En el caso de Perón fueron los excedentes producto de la posguerra, en el de Menem el remate de activos públicos y un endeudamiento demencial y la soja en el caso kirchnerista. Sin esas cajas el populismo tiene el rostro del gobierno de María Estela Martínez de Perón.

En definiva, el kirchnerismo no tiene un proyecto de país ni en lo económico ni en lo social; es solamente un proyecto de continuidad en el poder. Modelo “autoritario de despilfarro con  exclusión” sería un slogan mas apropiado para caracterizarlo.