Publicado en La Nación 26/02/2016
El último administrador del edificio de propiedad horizontal en el que vivimos fue un despilfarrador serial, dejó deudas impagas, vacío el fondo de administración, en mal funcionamiento los servicios centrales, sin llevar a cabo trabajos de reparación muy necesarios y es sospechado de defraudación en connivencia con los proveedores de insumos y servicios. Además, su estilo de administración generó un clima enrarecido en las relaciones vecinales.
La nueva administración que elegimos tiene la muy dura tarea de sanear las finanzas, extirpar el fraude y efectuar los trabajos de reparación mas urgentes. Esta labor no es fácil ni barata; será necesario convencer a los vecinos que un aporte significativo debe hacerse y esto puede provocar la animosidad de una buena parte del consorcio. Estará en la capacidad del administrador distribuir la carga de forma tal de no perder el crédito con el que inició su gestión sabiendo que tendrá un sector de la vecindad que contó con regalías que no está dispuesto a perder y que no le hará la vida fácil. Si logra con éxito resolver los problemas heredados será un logro muy grande para el consorcio y tendrá su puesto asegurado por un tiempo considerable.
Pero en verdad, el lugar que habitamos lleva muchas décadas de deterioro fruto de administraciones anteriores mas interesadas en depredar los recursos del consorcio que en permitirnos vivir mejor aunque algo de responsabilidad tenemos los vecinos tanto a la hora de elegir administradores como de cuidar lo que nos es común. Así la estructura actual cruje produciendo grietas, tiene una plomería principal que ya no resiste y produce pérdidas incesantes, ascensores desvencijados que constituyen un peligro y cableado eléctrico obsoleto que ya no transporta la energía necesaria. En definitiva nuestro edificio está funcionando en el límite, no satisface las expectativas de sus habitantes y no responde ya a los tiempos que corren; entonces es el momento de decidir si ha llegado la hora de pensar una reforma sustancial que permita a la generación presente y futura vivir mejor
Una reforma sustancial implica un plan, un proyecto de cómo debería ser la casa deseada y al mismo tiempo posible. Sin él, lo único posible es realizar remiendos. Ahora bien, el plano de reforma puede ser dejado al arbitrio del administrador o puede surgir de consultas a los miembros del consorcio. La última vía es mas lenta y trabajosa pero asegura que las preferencias de dichos miembros serán tenidas en cuenta y la nueva casa brindará mayor satisfacción a todos sus miembros maximizando la armonía en la convivencia vecinal. Además esta vía puede prevenir que futuros administradores impidan la continuidad de los trabajos necesarios y todo quede a mitad de camino.
La parábola puede ser abandonada en este punto. El país debe ser puesto a funcionar con relativa normalidad y este es un primer desafío significativo para el nuevo gobierno pero el país que se ponga de pie tiene problemas estructurales serios; una economía incapaz de mantener en forma relativamente estable las divisas necesarias para el funcionamiento de la industria, un mercado de trabajo con altísima informalidad y precariedad, una sociedad muy desigual, servicios de salud, educación y transporte muy deteriorados y un Estado mas cercano a un seguro de desempleo con bolsones significativos de corrupción e ineptitud que a un órgano rector con capacidad de control.
Es hora, después de mas de medio siglo, de abandonar el círculo vicioso, causa de nuestro declinio; es hora que elaboremos, discutamos, acordemos y llevemos a la práctica una Argentina que sea internacionalmente reconocida como una de las sociedades que ofrece mayor bienestar a sus habitantes. El plano que oriente el esfuerzo puede ser elaborado por el Poder Ejecutivo y es muy bueno que este reserve una porción de energía para su elaboración lo que explicitará sus ideas sobre el país deseado pero sería preciso que el Congreso de la Nación fuera el ámbito donde se lo debata y desde donde se abra la consulta a la sociedad.
El problema con la parábola, amigo, que solo centra su atención en uno solo y quizá no el mas determinante de los actores del juego. En tanto el Administrador, administra los muchos o pocos fondos que proveen los inquilinos y propietarios. Ya desde el vamos, y aunque el sistema obliga a aportar a todos lo mismo, no todos tienen el mismo impacto en sus ingresos en tanto hay propietarios e inquilinos. No aparece en ningún lado las responsabilidades de control del consorcio durante la gestión y mucho menos el dato cierto de que no se contó con igual ingreso en todo el período de administración que signa como «malo» y «Corrupto». No se menciona ni por asomo el estado de anarquía y vaciamiento en el que la administración en cuestión recibió todo. y la imposibilidad de acceder a financiación externa que no sea poniendo en peligro las capacidades de administración independiente, sino aceptando condiciones perjudiciales para quienes ocupan el edificio. No se signa en ningún lado que algunos miembros del consorcio, socios o interesados de algunos medios de comunicación, preferían denunciar en los programas de tv. presunciones y semi-pruebas que se saben no serían admitidas en ningún juzgado en una causa judicial cierta y jugar al desprestigio de la administración porque esta intentaba idear un sistema que repartiera cargas de acuerdo a la capacidad de ingresos de los habitantes tratando de que los que tienen mas aporten mas. Hay muchos olvidos y planteos mal intencionados en la parobola según mi modesta interpretación de los hechos.