Publicado en Clarín 9/8/14
El kirchnerismo sostiene que encarna un modelo al que define orgullosamente como de “desarrollo con inclusión”. En los párrafos siguientes intentaré desmenuzar su identidad.
Puede afirmarse que en la actualidad son básicamente tres los modelos predominantes de organización socioeconómica existentes en el planeta. En primer lugar el capitalismo neoliberal heredero del liberalismo del siglo XIX caracterizado por el predominio de los grandes actores económicos privados y transnacionales, fuerte competencia y un mercado de trabajo muy flexibilizado acompañando una dinámica social de creciente desigualdad; es un modelo inspirado en el funcionamiento de la sociedad norteamericana expandido mediante la globalización económica a buena parte del planeta y adoptado en nuestro país a finales del siglo pasado. Un segundo modelo es el que podemos denominar capitalismo social propio de los países europeos que combina el funcionamiento de mercados con una fuerza de trabajo muy formalizada y protegida y con una acción redistributiva significativa del Estado; es en este modelo donde se puede hablar propiamente de la existencia de un Estado de Bienestar, aun en estos últimos años críticos, ya que a pesar de estar acechado por el embate neoliberal, el gasto social europeo no ha dejado de crecer;. Ambos modelos sucintamente caracterizados se asientan sobre un funcionamiento político democrático y pluralista. El tercer modelo que puede denominarse estatismo capitalista es heredero del socialismo o estatismo del siglo XX pero cada vez mas fuertemente volcado al desarrollo del capitalismo; el caso chino es el que ejemplifica mejor este modelo donde empresas estatales y crecientemente empresas privadas nacionales y transnacionales participan en el proceso productivo, bajo el paraguas de un Estado que establece un férreo control y ausencia de pluralismo político. El socialismo o estatismo del pasado siglo no tiene ya exponentes de alguna significación y parece encaminarse hacia la extinción definitiva.
El modelo kirchnerista no es sino un híbrido que toma elementos de los tres modelos generales. Toma del capitalismo neoliberal un funcionamiento de la economía consolidada en el periodo menemista y aunque retóricamente lo critique, no tiene intención o capacidad de modificarlo sustancialmente. Así, el predominio de los grandes agentes económicos extranjeros en la economía es un dato tan insoslayable como la existencia de un mercado de trabajo flexibilizado y precarizado. Del capitalismo social europeo toma el interés por procesos de redistribución pero a diferencia de su inspirador europeo no lleva a cabo una política social articulada sino una que privilegia programas discrecionales con fuerte contenido clientelar terminando por configurar un sistema de políticas sociales fragmentado y estratificado cuyos servicios reproducen la creciente desigualdad entre clases alta, medias y bajas. También toma elementos del estatismo capitalista con acciones de control de la economía y estatizaciones que derivan en empresas altamente ineficientes. Pero donde mejor se expresa su vocación autoritaria es en la intención de manipular la justicia y los medios de comunicación (además del congreso); en otras palabras, nulo o escaso pluralismo. Quizás la región del mundo a la que pertenece junto a la correlación de fuerzas internas, no le ha permitido avanzar mas en lo que probablemente sería su deseo: formas más radicales de control político y económico.
Este híbrido que exhibe el kirchnerismo es para sus impulsores un modelo muy peculiar y exitoso que merecería ser adoptado por otros países del planeta. En el cuadro de humor de la edición de Clarín el 25 de julio, Sendra comparaba el modelo kirchnerista con Frankenstein. Esta es también mi impresión; como Frankenstein el modelo kirchnerista es sin duda singular pero en ambos casos la remendada confección no produce algo para envidiar, precisamente.
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