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Desigualdad y Conflictividad

Publicado en Diario Perfil 3/2/13

No es el propósito de esta nota abordar el tema de la desigualdad en el país desde una perspectiva cuantitativa sino sobre su impacto en la conflictividad social, pero me gustaría hacer una corta mención a la pobreza con la que medimos tanto la pobreza como la desigualdad.  En el caso de la pobreza dada las dificultades para medir el consumo, el acceso a los servicios o los activos que se poseen las personas, se opta por preguntarles cuanto ganan y se compara este ingreso con una canasta de productos definidos con criterios técnicos; si el ingreso declarado es menor que el costo de dicha canasta se dice que es pobre. Es decir que si la persona gana, por ejemplo, 10 pesos por día es pobre pero si gana 10,50 no lo es. Si a esto le sumamos la calidad de las cifras que arroja el INDEC, la información que llega al lector educado tiene riesgos de permitirle entender nada sobre la pobreza.

Lo mismo sucede con la desigualdad. Esta suele medirse con el Coeficiente de Gini que indica como se distribuyen los ingresos de las personas pero no puede decirnos algo sobre el patrimonio que poseen, el tipo de servicio de salud al que acceden, la calidad de la educación que reciben, las características de la vivienda que habitan, las condiciones de los medios de transporte con los que se movilizan, el capital de relaciones sociales que poseen, etc. Como algo es mejor que nada, las formas prevalentes de medir pobreza y desigualdad pueden brindar un muy modesto acceso a su comprensión pero están lejos de permitirnos entender su verdadera dimensión, tarea de significativa mayor complejidad.

Hechas esta aclaraciones y partiendo que la desigualdad que afecta a las sociedades actuales tanto capitalistas como ex-socialistas es extremadamente significativa y en crecimiento, la pregunta es: ¿y a nosotros que?

En la Argentina es un problema serio porque la desigualdad es poco tolerada por la mayor parte de la sociedad. Veamos, Estados Unidos es una sociedad donde la desigualdad social no es básicamente cuestionada ya que culturalmente se acepta que la situación de cada uno es función de los propios méritos y no consecuencia del funcionamiento de la sociedad. En otros países, el impulso igualitario es débil (Brasil) o reprimido (Chile); por otra parte, el sistema autoritario en China impide el cuestionamiento de la creciente desigualdad de este semi-socialismo.

Argentina es un caso singular. Experimentó procesos redistributivos intensos que marcaron a fuego la conciencia popular y procesos de organización y movilización social sin precedentes en América Latina. De esta forma, los repetidos intentos de disciplinamiento de derecha a través de golpes militares, aun los mas sanguinarios, terminaron derrotados a diferencia de Brasil o Chile donde un solo golpe militar cambió el perfil de esas sociedades. En Argentina los pobres miran a los ojos y no al piso como en otras sociedades y una gran parte de la sociedad argentina percibe que su situación no es tanto el fruto de su propia responsabilidad cuanto del funcionamiento del “sistema”. Todo ello implica que en la Argentina la desigualdad es mas problemática que en otras sociedades porque genera un alto nivel de frustración y resentimiento y por ende de conflicto social.

Hay un tipo de sociedad parecido a la Argentina y es la que corresponde a los países europeos que tuvieron un largo y duro camino de luchas y represión para llegar a valorar y disfrutar de mayor igualdad y bienestar a partir de la segunda posguerra. Pero la menor conflictividad social de Europa tuvo como explicación la existencia de un Estado de Bienestar que permitió mejorar sensiblemente los niveles de vida moderando significativamente las desigualdades producidas por el mercado. El tiempo dirá si un eventual debilitamiento de los Estados de Bienestar  europeos llevará o nó a niveles de conflictividad social que Europa hace tiempo que no experimenta.

La Argentina no tiene ese Estado de Bienestar y no porque gaste poco precisamente. Cien mil millones de dólares gastados en políticas sociales anualmente por lo diversos niveles de gobierno no es un cifra despreciable. Pero los “de abajo” están tan informados como los “arriba” y además expuestos a una masiva y seductora publicidad que despierta el apetito consumista. El problema es que muchos de ellos entienden perfectamente que aquello que les es ofrecido nunca llegará a sus manos: la dureza del mercado de trabajo es  para ellos la prueba mas clara.

Es fácil entender entonces que la frustración y resentimiento que provoca la clara percepción de alta desigualdad junto a una invitación masiva a consumir lo que nunca se podrá, termine siendo la raíz mas profunda de la violencia urbana contemporánea; difícilmente los aparatos policiales puedan ser eficaces contra este mal profundo que afecta a nuestra sociedad.  Que un porcentaje muy pequeño de excluidos  tome en serio la invitación de la sociedad moderna a consumir y lo haga sin reparar en los medios, es suficiente para que la conflictividad social o inseguridad tenga una potente llama que las alimente.

Un profesor de la Universidad de Nueva León en Monterrey, México me decía: “Aquí los jóvenes no tienen trabajo, el que se consigue es generalmente muy mal pago. Vienen los narcos y les prometen mucho dinero, autos caros, joyas, lindas mujeres. Eso si, se les advierte que deben correr algunos riesgos. Un pequeñísimo porcentaje acepta, los mas osados, pero es suficiente para que por cada uno que matan, surjan dos y por cada dos que encarcelen surjan cuatro”.

¿Creemos que estamos muy lejos de Monterrey?

1 comentario

  1. Bobiana Apolonia Del Brutto

    Muy bueno Aldo, gracias!Bibiana.

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